lunes, 9 de enero de 2017

Blanca Navidad

Yo nunca creí en el Viejito Pascuero, también conocido como Papá Noel, o Santa Claus. Desde un principio supe que el caballero con traje rojo y barba blanca era una metáfora, una representación de la costumbre de intercambiar regalos en Noche Buena. No hubo un momento preciso en donde dejé de creer, ni tampoco me enteré de forma traumática de que no era real. Simplemente hice uso del sentido común ante tanto discurso contradictorio acerca de su existencia. Por ejemplo, la gente argumentaba que el Viejito Pascuero entraba por la chimenea, pero en mi casa no teníamos chimenea. Además el Tata cerraba con tranca la puerta de acceso, por lo cual no había forma de entrar a la casa sigilosamente. No tengo memoria de haberle escrito alguna carta, y aun así siempre recibí regalos el 25 de diciembre, algunos que nunca me imaginé tener. Años después me enteré de que la bicicross y las muñecas Jesmar las mandó mi papá, aunque se me dijo que el Viejito me trajo esos regalos por portarme muy bien durante el año. 

Este caballero nunca fue el Viejito. Además el arbolito es terrible. Foto de kinder.



Hubo una vez que mi difunta madre y yo (que tendría no más de seis años) nos dirigimos a los Almacenes El Caballo en San Carlos (caída de carnet heavy) para comprarle un regalo de Navidad al Tatín. Le compramos una camisa azul (que de seguro todavía tiene) y en el empaque la pedimos para regalo, por favor.

- ¿Y si el Viejito Pascuero trae los regalos, por qué tenemos que comprar nosotras el regalo del Tata? 

- Porque el Viejito no sabe qué regalar, entonces nosotras tenemos que decirle.

- Ya, pero entonces ¿por qué no simplemente le decimos lo que tiene que traer? ¿Por qué estamos comprando el regalo nosotras?

- Porque así es más fácil; así el Viejito lo entrega no más.

- Pero entonces no es un regalo del Viejito; es nuestro regalo.

Ya después de eso mi mamá no me pescó más, y yo tampoco seguí insistiendo. Pero la verdad había quedado al descubierto.

Cuando crecí, yo me convertí en el Viejito Pascuero. Les compraba regalos a mis abuelos, me encargaba de la decoración navideña y del arbolito, y me preocupaba de llevarlos a la Misa del Gallo. Cuando mi mamá-abuela murió en 2010, la Navidad perdió todo sentido para mí. Con el Tata tratamos de mantener la tradición viva y ese año fuimos a la misa, pero no fue lo mismo. Desde entonces hemos pasado las navidades en casa de mis suegros o de amigos, pero nunca en San Carlos. Tampoco hemos vuelto a armar el arbolito. Lo más lindo del arbolito era ver los ojillos de mi mamá-abuela, encandilados con las luces y las esferas de colores. Cuando ella se fue, la Navidad se fue con ella.

Navidad con mis abuelos. San Carlos, 2008



Este año Pedro y yo pasamos una Navidad completamente distinta. Como yo estoy en pleno proceso de renovación de visa, no pude viajar a Chile y he tenido que contentarme con ver las fotos de mi familia en Facebook. Sin embargo, nuestros super amigos Rachel y Adrián nos invitaron a pasar la Navidad con ellos en Michigan. Rachel, mi compañerita del doctorado, es ahora académica en la Escuela de Periodismo de Michigan State University y vive en Lansing, capital de Michigan. Así que por primera vez tuvimos una blanca Navidad, pero en serio, sin tener que ponerle algodón o plumavit al arbolito para simular copos de nieve. En Michigan la nieve en los árboles es de verdad.

El punto rojo es Lansing, ahí junto a Canadá. 


Los cuatro fantásticos en Detroit


Blanca Navidad



Adrián se volvió un experto en el fino arte de hacer monos de nieve




Rachel procesando muy bien el frío pese a ser oriunda del Amazonas en Brasil


Cuando fui a Chicago por primera vez, pensé que me iba a morir. Había 10 grados bajo cero y a pesar de que me puse mi ropa más abrigada, sentía que el frío me llegaba a los huesos. Con Pedro salimos a turistear y llegó un momento en que no podíamos sacar fotos porque se nos congelaban los dedos. En Michigan hacía aún más frío y Pedro decidió que había que comprarse parkas todo terreno y llegó con esas que tienen como globitos y que a mí me cargan porque encuentro que uno parece astronauta. Y la verdad es que de no haber sido por la famosa parka, me habría muerto de hipotermia. Rachel y Adrián me proveyeron de zapatos de nieve, pantalón de nieve, y guantes de nieve. Yo obviamente no tenía nada de eso, porque viviendo en Austin (donde la temperatura promedio son 40 grados en verano) y en Miami (donde TODO EL AÑO es verano) esa ropa no tiene sentido. Pero me di cuenta de que con la ropa adecuada efectivamente se puede desafiar el frío y llevar una vida normal. Nuestros anfitriones nos llevaron a cenar, fuimos a ver la Guerra de las Galaxias al cine, recorrimos el centro, conocimos el Lago Michigan, y además estuvimos un día completo en Detroit, desde donde se ve Canadá ahí mismo al otro lado del río.

Magda y Pedro con sus parkas de astronauta. Orillas del Lago Michigan




En Navidad se toma este trago llamado Eggnog, una especie de cola de mono gringa 


A Pedro hubo que obligarlo a que lo probara -- mire la cara de desagrado que tiene



Pero lo que más me gustó fue un parque donde uno se podía tirar en un neumático desde la punta del cerro. Suena muy poco glamoroso, pero la verdad es que es terrible pro. El ticket vale ocho dólares (unas cinco lucas chilensis) dura dos horas y uno agarra una especie de neumático 2.0 que tiene fondo para no mojarse el poto, manillas para agarrarse y un tirante para arrastrarlo. Una cinta transportadora lleva a la gente hasta la cima del cerrito, y desde allí uno se lanza sentado, de guata, hincado, o en la posición que más le acomode. Nosotros nos tiramos en todas las posiciones y después nos tiramos en parejas y al final los cuatro juntos. No tengo idea si en Chile tenemos algo así, pero las veces que fui a las Termas de Chillán nunca vi nada parecido y pucha que nos vendría bien. Yo no sé esquiar y a estas alturas no pienso aprender, así que el neumático 2.0 me pareció lo máximo. 

En el video se aprecia lo que expliqué más arriba



Adrián y Rachel con el super neumático


Adrián empujando a Pedro



El gorro y los guantes son de Rachel, los pantalones y zapatos son de Adrián, la parka me la compró Pedro. Yo sola no salvo a nadie.



En Detroit había muchas actividades y me impresionó lo grande de la ciudad. Es la más grande de Michigan y se ubica justo en el límite con Canadá, tanto así que está lleno de túneles y puentes que conectan con Canadá. A cada rato Adrián bromeaba con equivocarse de calle y meterse a uno de esos túneles, y como yo estoy tramitando la visa, me iban a dejar allá. Menos mal que fue broma no más.

Detroit tuvo su época de gloria el siglo pasado, con el boom de la industria automotriz. Empresas como Ford, Dodge y Chrysler se instalaron en Detroit y la convirtieron en la capital del rubro; tanto así que llegó a ser la cuarta ciudad más importante de Estados Unidos en 1920, después de Nueva York, Chicago y Filadelfia. Ya en los 70, la ciudad comenzó a sufrir los estragos de la crisis del petróleo, la gente optó por autos más pequeños y de manufactura extranjera, y la industria automotriz decayó enormemente. Hoy sigue siendo una ciudad grande, pero no como antes y con menos empleo. Entre las cosas choras que hicimos fue visitar la Torre de General Motors, el acuario e invernadero en el parque Belle Isle, y la pista de patinaje en el centro.  

Eso que se ve al otro lado del río es Canadá


Torre de General Motors. En lo alto tiene un bar que fuimos a conocer con fines exploratorios


Así se ve el mundo desde lo alto 


Explorando el bar


Canadá


Acuario en el parque Belle Isle en Detroit. Se abrió en 1904 y es el más antiguo del país


Invernadero en el parque Belle Isle, Detroit


En este lugar del invernadero la gente contrae matrimonio



Adentro del invernadero, un desierto con cactus y todo. Afuera, el invierno más gélido


Entre los helechos pillé a este sapito


La noche de Navidad la pasamos con Adrián y Rachel y las mascotas Robinha y Zuzu. Como dice Rachel, somos la familia que encontramos en el doctorado. Y si el Viejito Pascuero existiera, de seguro viviría en Michigan y andaría con un traje rojo gigante y botas de nieve. Por un momento, volví a creer en la Navidad.


BONUS TRACK. Antes de ir a Michigan pesqué la cámara y el trípode y me fui a sacar fotos nocturnas por el campus de Texas Tech University. Porque cada día me gusta más este lugar. Merry Christmas y'all!











2 comentarios:

  1. Provechosa Navidad para Magdalena Saldaña.
    Buen relato sobre el Viejito Pascuero.

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  2. María Cecilia Flores9 de enero de 2017, 10:53

    Entrete tu relato Magda. Como siempre, tus historias son tan divertidas que no puedo evitar leerlas inmediatamente. Yo debo decir que casi no creí en el Viejito Pascuero, porque mi papi no se aguantaba y unos días antes de la Navidad, nos pedía que fuéramos a su camión, en cuya parte trasera del asiento guardaba los preciados regalos, y nosotros corríamos con mucho entusiasmo a buscarlos; igual era entretenido. Lo que dices de la nieve también es verdad, ya que le poníamos copos de algodón a nuestro arbolito, pero nosotros no cachábamos nada acerca del significado de ese detalle. En fin...Me hiciste rememorar mis Navidades de pequeña, en nuestro querido San Carlos. Finalmente, tuviste una Blanca Navidad, lo que significa que los sueños sí se pueden convertir en realidad, más junto a tu querido esposo y amigo...Por el momento, San Carlos tendrá que esperar, en donde siempre habrá un lugar esperando por tí. Un abrazo!!!

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