viernes, 24 de enero de 2014

Invierno en Miami (Parte I)

La “Pequeña Habana” es un sector de Miami donde viven latinos de toda índole, pero principalmente cubanos. Tiene cerca de 50 mil habitantes, y el 98% de ellos son latinos (o descendientes de latinos), por lo cual no tiene sentido siquiera intentar hablar inglés. La gente te saluda de “Hola” y los nombres de los locales están sólo en español.

Paseando por la calle principal llegamos al Club de Dominó “Máximo Gómez”, lugar de encuentro para residentes de Miami mayores de 55 años (no necesariamente norteamericanos). Nos paseamos por entre los jugadores de ajedrez y dominó, y rápidamente un señor nos busca conversa. Al enterarse de que somos chilenos, nos indica un viejecito de gorra roja que también es chileno y que está observando una partida de ajedrez. “Guillermo, ven a saludar”! le dice.

Don Guillermo Veas es una caja de historias. Aunque al principio se muestra cauteloso ante mis preguntas alborotadas, de a poco me cuenta que lleva ya muchas décadas en Estados Unidos, desde que era un joven de 21 años. Estuvo por 30 años en Nueva York, y ya lleva otros 10 en Miami. Me cuenta que su señora tiene un reumatismo atroz, y que el clima gélido del invierno en la Gran Manzana le estaba calando los huesos. Pero el aire caribeño de Miami les ha hecho de maravillas.

“Y cómo fue que llego acá”, le digo, y sus ojos se entornan como si tratara de recordar una historia muy antigua. “Yo llegué aquí de polizón”, me confiesa al fin. Se subió a la mala en un barco mercante que transportaba frutas, pero en Panamá lo descubrieron y lo metieron en un barco de vuelta a Chile. Don Guillermo fue más astuto: en cuanto percibió que el barco hizo una escala, escapó corriendo y descubrió que se encontraba en el puerto del Callao en Lima, Perú. Esperó unos días y se embarcó otra vez, esta vez con éxito. Pero al poco tiempo lo descubrieron nuevamente y vuelta a empezar. Ocho lo veces lo agarraron y lo mandaron de vuelta, pero solo en tres ocasiones volvió a Chile: las otras cinco se las arregló para huir en México, Panamá o donde fuera que el barco se detuviera. Tantos intentos fallidos le fueron entregando una experiencia valiosa: aprendió que en Estados Unidos era invierno cuando Chile estaba en verano, así que debía llevar la vestimenta adecuada para el cambio de estación (“una vez me fui en invierno y llegue allá con un calor terrible y yo con casaca”) . También se dio cuenta de que la mejor forma de pasar desapercibido era parecer trabajador de bodega, así que, además de la ropa de temporada, se llevaba un par de guantes de trabajo y un overol, para bajarse con personalidad del barco, o volver a subirse si era necesario. Nunca más volvió a viajar con documentos o a decir que era chileno; si lo pillaban decía que era mexicano, porque así lo deportaban a México y le era mucho más fácil regresar a Estados Unidos desde allí. Una vez lo descubrieron porque viajo con un amigo, entusiasmado con las historias de los viajes, y este amigo un día estornudo y los encontraron detrás de los pales de fruta. Viajar en un barco con frutas era crucial: no había forma de salir a buscar comida, así que las frutas eran el único alimento en esos viajes de veintitantos días.

Diez años pasaron entre que entraba y salía. Un día entró por el puerto de Nueva York y no salió más. Con el tiempo conoció a una mexicana que se convertiría en su esposa, y tuvieron tres hijos; hoy tienen la residencia y viven tranquilos. Me dice que va cada cierto tiempo a Chile, y se limpia las lágrimas de los ojos cuando termina de contarme sus apasionantes aventuras.


Don Guillermo Veas, de polizón a residente

No es al lote la cosa...

Pedrín analizando las partidas


Buscando historias

De fondo, el mural de los presidentes que asistieron a un foro mundial en 1996

En ese tiempo, USA tenía a Clinton y Argentina a Menem

Y nosotros a Frei #EsLoQueHay

Es interesante la fusión cubano-americana

Las casas de la Pequeña Habana me recordaron las casas de la verdadera Habana, en Cuba

El gallo es la mascota de la Pequeña Habana. Este es el gallo Cubano-Americano




Detalle del dibujo sobre el gallo. 90 millas desde Miami hasta Cuba

Paseo de la Fama (sólo latinos)

"Nuevo Siglo", mi recomendado para almorzar