domingo, 12 de mayo de 2013

Haciendo activismo en Washington DC


Y se acabó el semestre! Así nada más, se acabaron las clases y con ello doy por finalizado mi primer año de PhD. Es una sensación rara ahora mirar para atrás y pensar en todo lo vivido y aprendido. Y aunque ya hice un montón de cosas y conocí diversos lugares (incluyendo New York y Washington DC) si alguien me dijera “tienes que volver a Chile en una semana más” diría “¿pero cómo? Si me faltan tantas cosas por hacer”. Y lamentablemente, cuando llegue la hora de los “quihubos” y me tenga que ir de verdad, podría apostar a que esa sensación de cosas por hacer seguirá allí.

Como me da lata ahora hacer el recuento del semestre, o del año, creo que voy a detallar aquí lo que tendría que haber contado en marzo, cuando tuve el seminario Fulbright en Washington DC y del cual nunca pude escribir porque no tuve tiempo. Como ya conté antes en otro post yo me vine a USA con categoría “Fulbrighter”, que dentro de sus beneficios incluye una invitación con todo pagado a un seminario acorde con los intereses del becario, durante el primer año de estudio. En octubre pasado nos llegó a todos los pajaritos que somos Fulbrigthers un mail con un listado de seminarios en los cuales uno elegía aquél (o aquéllos) donde le gustaría asistir, entendiendo que el becario sería escogido para participar sólo en uno. El listado incluía historia y diversidad en USA; cambio climático y sustentabilidad; democracia y derechos humanos; y emprendimiento social. En mi caso, yo escogí el área de democracia y DD.HH. y dentro de ésta, activismo cívico y medios de comunicación. Como el tema se ajustaba totalmente a mi área de investigación, quedé seleccionada en el seminario que escogí, y tuve la fortuna de que también quedaron seleccionados mis super amigos Fatma Masmoudi (Túnez), Daga Moudwe (Chad) y Patrick Belibi (Camerún), a quienes conocí en el pre-academic de Nueva York.


Foto 1: los cuatro fantásticos. Daga, Magda, Fatma y Patrick el primer día del seminario

Foto 2: aquí los cuatro con Karina, compatriota chilena que también asistió al seminario y que estudia en Florida


La experiencia de asistir a este seminario fue A TODA RAJA. De partida, el viaje incluía todos los gastos (pasajes aéreos, alojamiento, comidas diarias y una tarjeta para usar el Metro), nos pusieron en un hotel al centro del Dupont Circle en DC, y nos llevaron a conocer diversos lugares de la ciudad, entre ellos la casa de George Washington en el Monte Vernon y el Departamento de Estado Norteamericano (donde nos recibió John Kerry).


Foto 3: con Fatma a punto de entrar al edificio del Departamento de Estado

Foto 4: John Kerry, Secretario del Departamento de Estado y ex Fulbrighter

Foto 5: la casa de George Washington en el Monte Vernon

Las actividades del seminario en sí fueron lo que más destiñó, sin ánimo de andar pelando, claro está. Alguien tiene que darle una clase intensiva a la gente Fulbright sobre qué significa activismo cívico, y cómo hacer un seminario acerca de ello. Yo tenía toda la ilusión de que hablaríamos, por ejemplo, del rol que jugaron las redes sociales en la Primavera Árabe, o de que  eventualmente las protestas estudiantiles en Chile podrían ser mencionadas. O cómo ciertos países con mayor libertad de prensa pueden incrementar los niveles de participación social y por ende, de activismo cívico. FAIL, porque no sólo no se tocó ninguno de estos temas, sino que los tópicos tratados fueron analizados superficialmente y sin ninguna intención de fomentar el debate y el intercambio de ideas. Por otra parte, algunos de los invitados se pegaron un tremendo speech acerca del rol de los Estados Unidos en el fortalecimiento de las democracias del mundo, desconociendo que todos los que estábamos allí venimos de distintas partes donde USA ha intervenido sin ser invitado. Si la idea era meternos el dedo en la boca, no resultó, aunque obviamente ninguno de nosotros dijo nada públicamente. Nunca tan desubicados.


Foto 6: en una de las sesiones del seminario. Éramos 130 participantes from all over the world


Me pasó que en uno de los paneles con representantes de organizaciones de la sociedad civil, el representante de los Ciudadanos Latinos Unidos era un gringo más gringo que Ronald McDonalds. Póngase en mi lugar: estamos en un panel donde se discute la participación de minorías en la vida cívica de una sociedad, y me salen con que la cabeza de los latinos unidos es un norteamericano. Si la idea es empoderar a las minorías, ¿no cree usted que debería ser un latino quien represente a los latinos? ¿O es muy tonto lo que estoy diciendo? La pregunta me dio tantas vueltas, que cuando abrieron el espacio para la ronda de preguntas levanté mi mano y lo planteé directamente. O sea, no tan directamente… dije que me parecía “interesante” (por decir lo menos) que el director ejecutivo de los latinos no sea un latino, sino un americano (the real White, male American), y que me gustaría saber qué piensa él como persona y como organización de la política del “Show me your papers” (muéstrame tus papeles) que implementaron en Arizona hace algunos años, o la idea de “self-deportation” que promocionó Mitt Romney durante las elecciones (para los que no se acuerdan, la idea era nunca darle trabajo a un latino indocumentado para que se viera obligado a volver a su país, es decir, auto-deportarse). Le dije, además, que como persona latina me alegro de que el señor Romney no ganara las elecciones. La pregunta generó revuelo: muchos becarios me felicitaron, entre ellos una argentina, que pensó exactamente lo mismo cuando vio a ese señor allí.


Foto 7: el caballero del medio...

A otros, no obstante, no les hizo gracia. Así me lo hizo notar una ex Fulbrighter gringa, texana de origen (y sospecho que republicana de corazón) quien me hizo ver que los latinos ilegales, especialmente los mexicanos, son una especie de plaga en Estados Unidos (aunque admito que no usó esa palabra) que usufructúan de la salud y la educación pública ya que no pagan impuestos. Como son tantos en el país, y sobre todo en Texas, han obligado a que diversos sectores (como el comercio y el transporte) escriban todo en inglés y en español al mismo tiempo, ya que los perlas no hablan inglés. “¿Y por qué no hablan inglés? Si quieren vivir aquí, lo mínimo que deberían hacer es aprender el idioma”, me dijo, enojadísima. Y ahí se mandó la frase para el bronce: THIS IS AMERICA, AND WE SPEAK ENGLISH. Para qué voy a enumerar la cantidad de pensamientos negativos que me afloraban a medida que la escuchaba, y la cantidad de cosas que me hubiese gustado decirle: que de partida, América es un continente y no un país, aunque ellos se han apropiado de la palabra y la usan de gentilicio (americanos, para decir que son estadounidenses). O que hasta hace no mucho tiempo, Texas era parte de México y no debería  extrañarnos que ande tanto mexicano hablando español por ahí. O que si hay latinos indocumentados es porque después no les renuevan la visa, y no es llegar e irse cuando se tiene una vida armada. O que este país se ha forjado a partir de los inmigrantes que han llegado en sucesivas olas migratorias, y que los latinos son una ola más de ese grupo. O que en el peor de los casos, ella como ex Fulbrighter no debería tener un discurso tan anti-latino estando en un seminario internacional y hablando con una latina. Pero me contuve (sí, claro que lo hice) y traté de rebatir sus argumentos de la manera más políticamente correcta posible. Pero si no hubiésemos estado en el contexto del seminario, esa rucia habría quedado con una deformación facial de por vida. O en realidad no, porque estaba tan enojada que lo más probable es que ella me hubiese sacado la cresta a mí, que nunca fui buena para los cornetes. Hasta para eso soy nerd.


Foto 8: mis amigas Fatma y Karina me habrían defendido de los combos...

Otra historia digna de mencionar me pasó con una persona de Israel, quien está en USA estudiando un master en Justicia Criminal. Le digo que es primera vez que conozco a alguien estudiando eso, y me responde que efectivamente es un área poco común. Me cuenta que él es, en realidad, un oficial de la policía israelita, y su país lo mandó a USA a estudiar justicia criminal. “Tú sabes, el crimen es lo que mueve al mundo”, me dice con gesto serio. “Bueno, yo creo que la paz es lo que debería mover al mundo”, le respondo. “Ah sí, la paz. Pero eso es totalmente idealista, yo me muevo en el mundo real. Y lo real es el crimen”. “Ehh… voy a dejar mi vaso y vuelvo…”, le dije, pero no volví. Y ahora me cuestiono un poco no haber vuelto, porque uno debería ser capaz de exponerse a personas que piensan distinto, y por lo mismo, tener la capacidad de entender ese pensamiento y respetarlo, aunque no lo comparta. Pero cuando me acordé de mi amiga Luna, de Palestina, que defiende tanto a su pueblo y me contó tantas injusticias que viven producto de la opresión de Israel, no me dio el corazón para seguir hablando con él. Selective exposure, le llaman los expertos.

Me tocó que un día se sentó al lado mío una becaria de medio oriente, con quien luego discutimos un poco la situación de la mujer en USA y por defecto, en los demás países. Me contó que ella era divorciada con tres hijos, pero la decisión de terminar su matrimonio le tomó años y una fuerte condena social. Después de 20 años de convivencia, se dio cuenta de que no podía seguir viviendo en una relación violenta, y tuvo que armarse de mucho valor para separarse y salir adelante sola con sus hijos. Afortunadamente, dos de ellos son mayores y están en la universidad; el más pequeño, en tanto, se vino con ella a USA una vez que se ganó la Fulbright. Esta beca fue su pasaje a la libertad, se fue de su país y aunque ya no es tan joven, fue capaz de empezar de nuevo. Ya ve que no todo lo que escuché fueron historias negativas…


Foto 9: con Fatma y Daga. De fondo, la Casa Blanca


Y eso. A las finales, lo mejor del seminario para becarios de primer año fuimos nosotros mismos, los becarios de primer año. Éramos 130 personas provenientes de más de 70 países, 130 historias, distintas ropas, distinto color de piel, pero una sola meta: estudiar un postgrado en USA para después volver a nuestros países y contribuir, aunque sea en una mínima medida, a hacer del lugar donde vivimos un lugar mejor, más justo, más igualitario. O al menos eso es lo que quiero hacer yo.


Foto 10: los becarios Fulbright del Enrichment Seminar Washington DC 2013. Estoy justo al centro, con bufanda azul. A ver si me pilla...