domingo, 29 de mayo de 2016

Fin de semana en Viena

Hoy voy a contarles la primera parte del viaje que hicimos Pedro, mi suegra y yo a Europa en marzo. La excusa fue celebrar mi cumpleaños, siguiendo una tradición que inventó Pedrín el año pasado cuando fuimos a París a celebrar mis 33 primaveras. 

Esta vez, la idea era llegar a Italia y pasear por Venecia y Roma. Tanto Pedro como yo habíamos visitado estas ciudades anteriormente: Pedro en el año 2000, cuando participó del jubileo, y yo en 2007 cuando me fui de intercambio a la Universität Kassel en Alemania. Pero para mi suegra sería una experiencia nueva y decidimos pasar Semana Santa en Roma. Sin embargo, no pudimos embarcarnos a Italia desde Miami, porque los vuelos estaban copados. Nos fuimos entonces a Austria, ya que el vuelo a Viena tenía muchos asientos disponibles. Y esto fue lo mejor que nos podría haber pasado, porque conocimos una ciudad maravillosa y aprendimos un montón de historia.

De partida, Viena es increíblemente limpia y ordenada. Hacía frío pero los días estuvieron soleados y en todas partes hay calefacción a todo trapo, transporte público incluido. Como sólo estuvimos un par de días, hicimos un recorrido que incluyó la Catedral de San Esteban, la Ópera y algunos edificios cívicos. Pero lejos lo más maravilloso fue el Palacio de Schönbrunn, una construcción majestuosa que me recordó enormemente al Palacio de Versalles en París.

Palacio de la Ópera en Viena


Patricia, mi suegra, disfrutando de las flores




 




La Catedral de San Esteban (Stephansdom) es una iglesia católica cuya construcción se inició en 1137. Se dice que no queda mucho del edificio inicial, y que la actual construcción gótica habría comenzado a edificarse en el 1300. Las sucesivas transformaciones han dado fruto a una imponente obra arquitectónica que me recordó un poco a la Catedral de Colonia en Alemania. Además de recorrer la iglesia en sí, conocimos tres cosas interesantes: las catacumbas debajo de la iglesia, el museo de los tesoros religiosos, y la torre sur.

Demasiado grande para caber en la foto



Afuera de la iglesia estaban estos carruajes para recorrer la ciudad





En las catacumbas no se podía tomar fotos, pero puedo contar que hay una cripta que alberga los cuerpos de los duques y monarcas de Habsburgo, los cuales eran sepultados en ataúdes y cuyos triperíos eran depositados en vasijas que también están en la cripta. En el pasado, las catacumbas fueron el cementerio de la ciudad, y el tour nos permitió ver algunos sectores donde se aprecian claramente los huesos y las calaveras. Han pasado tantos años que ya no tienen olor (menos mal), pero como todo está bajo tierra, hace un frío literalmente sepulcral. El dato freak: llegó un momento en que ya no cabían más cuerpos, y para hacer más espacio limpiaron todos los huesitos de algunas cámaras y los reordenaron uno encima del otro, como troncos de una leñera. Al final, la pestilencia de los cuerpos en descomposición invadió la ciudad y obligó a no usar las catacumbas como cementerio, pero todavía pueden verse algunos restos de los cuerpos que estaban sepultados. Aquí una foto tomada a la mala por mi suegri:



En la torre sur hay que subir 343 escalones para llegar a la cima y observar los tejados de Viena. A mitad de camino hay una especie de mirador donde uno puede recuperar el aliento, y al final hay una tienda de souvenirs y ventanales con una vista maravillosa. En el museo del tesoro, en tanto, se aprecian relicarios, cálices y pinturas, pero lo que más nos sorprendió fue un trozo de tela que supuestamente es del mantel que se usó durante la última cena (¿en serio?) y un pañuelo que dice ser el velo de Verónica (¿EN SERIO?). Vaya a saber uno.  

Subiendo la escalera de la torre sur. Yo, por supuesto, quedé pal hoyo. Aquí una foto que tomé por una ventanita minúscula mientras subía


Mirador a mitad de camino. Patricia en primer plano y Pedrito más arriba, tras las rejas


La recompensa al llegar a la cima



Echando mano a lo que aprendí de historia universal en el colegio, yo me acordaba que la dinastía de los Habsburgo era un grupo de monarcas que gobernaron primero el Sacro Imperio Romano Germánico, y España después, cuando Felipe el Hermoso (Austria) se casó con Juana la Loca (España) y tuvieron a Carlos V Emperador de Alemania, también conocido como Carlos I Rey de España. Sería todo. Mi suegra, en cambio, tenía clarita la película relacionada con la historia reciente de estos tipos. De partida, los Habsburgo gobernaron Austria hasta hace muy poco, específicamente hasta la Primera Guerra Mundial. El último emperador, un señor llamado Francisco José, se casó con Isabel de Baviera, alias Sissi, y mi suegra conocía toda la vida de Sissi a través de una trilogía de películas que vio cuando era niña. El problema es que la historia de la pareja está lejos de ser un cuento de hadas. 

Sissi nunca se acostumbró a la vida de monarca, y su carácter progresista y liberal chocaba con el de su conservador esposo. Viajaba muchísimo y no pasaba más de dos semanas en el mismo lugar. Esto, sumado a la pésima relación con su suegra, hizo que su matrimonio se enfriara, aunque Francisco José nunca dejaría de amarla. A pesar de su agitada vida, se me ocurre que no fue feliz, ya que una de sus hijas se murió siendo muy pequeña, y su único hijo varón se suicidó a los 30 años. Un día que Sissi paseaba por Génova, un anarquista italiano le propinó una estocada en el corazón y terminó con su vida a la edad de 60 años.

Muchos mitos se cuentan de ella: que vivía preocupada de su apariencia y se sometía a estrictas dietas para mantenerse delgada. Que tenía el pelo larguísimo y podía pasar horas peinándose. Que después de los 35 nunca dejó que la retrataran sin su consentimiento, al punto de cubrirse con velos, sombrillas o abanicos. A mis 34 años, y con mis luchas personales para no subir de peso, para evitar las arrugas y por (ojalá) nunca tener canas, no pude más que simpatizar tremendamente con la historia de esta mujer.   

Sissi Emperatriz de Austria (foto que tomé de la web)



La cosa es que el Palacio de Schönbrunn está lleno de alusiones a Sissi, considerando que ella y Francisco José fueron los últimos emperadores de la dinastía Habsburgo. Lamentablemente no se podía sacar fotos al interior del palacio, pero se podía recorrer todas las habitaciones y ayudarse con el tour audioguiado. Así cachamos que el emperador se levantaba a las 5 de la madrugada a trabajar en los asuntos del Imperio, y dormía en una sencilla cama de bronce. Sissi tenía su propia habitación, y además existía una tercera habitación para las escasas ocasiones donde los monarcas dormían juntos. Me sorprendió la modernidad de este palacio, con estufas en cada estancia, ya que no pude evitar compararlo con el fastuoso Palacio de Versalles en Francia. El Versalles dejó de ser la residencia real francesa más de un siglo antes que el palacio de Viena dejara de ser la residencia de verano de los emperadores austríacos. Por ende, Versalles me pareció más lujoso y con más rococó que el de Schönbrunn, increíblemente contemporáneo en comparación.

Entrada del Palacio de Schönbrunn. Ésta es la fachada que da a la calle


Y ésta es la fachada que da hacia los jardines interiores


De fondo, la glorieta



El palacio tiene infinitas cosas para visitar. Nosotros vimos los jardines, los laberintos y la glorieta, una construcción bellísima literalmente en la punta del cerro. Allí nos tomamos un café en un restaurante terrible cuico que construyeron al interior de la glorieta. También nos perdimos (literalmente) en uno de los laberintos, lo cual había sido el sueño de Pedro por años. No sé si lo vio en una película (¿Harry Potter tal vez?) o cómo se le ocurrió, pero estaba obsesionado con algún día entrar a un laberinto formado por árboles. Cuando cachamos que había uno así en el palacio, nos metimos inmediatamente, pero no fuimos capaces de llegar al centro del laberinto donde había un árbol con un mirador. Al final yo me salí por la entrada y entré por la salida, para subirme al mirador y darle instrucciones a Pellín desde arriba. Aquí las fotos: 




Cuando cachamos que sólo dábamos vueltas sin sentido, yo me salí y fui directamente a la meta: este arbolito con un mirador


Desde allí pude ayudar al pobre Pedrito



Desde el castillo se observa la glorieta en la punta del cerro


Tiene una bella lagunita al frente, un mirador en el techo y un restaurante al interior


Así se ve de noche


Más del castillo  






Viena nos pareció una ciudad moderna y sofisticada. Nos faltaron cosas por hacer, como asistir a la Ópera (sólo pasamos por fuera), y visitar la casa de Mozart, cuya figura explotan al máximo. También me habría gustado visitar la Universidad de Viena, cuna del famoso “círculo de Viena” y donde actualmente trabajan varios colegas y amigos. Al menos pudimos cenar con Alberto Ardèvol-Abreu, nuestro super amigo de Islas Canarias, que está terminando su post doctorado en dicha universidad. 

Patricia con el merchandising de Mozart


Mi suegra le hizo un primer plano a este chocolatito


Sorprendimos al canario en nuestro viaje a Viena




Destaco la cocina y repostería austríaca. Los dulces eran una cosa de otro mundo; me imagino que con tanto frío es necesario endulzar la vida. En la víspera de mi cumpleaños pasamos al famoso Hotel Sacher y probamos la torta Sacher, y también conocimos el Schnitzel vienés, plato típico de Austria. Será hasta la próxima, querida Viena. Auf Wiedersehen! 


Schnitzel vienés (parecido a nuestra escalopa)




Esto era una papa horneada con queso, tocino y ensalada


Como estábamos en Semana Santa, estaba lleno de huevitos de Pascua



La famosa torta Sacher en el Hotel Sacher


¡Feliz cumpleaños para mí!


miércoles, 4 de mayo de 2016

De éxitos y fracasos

La semana pasada, un profesor de Princeton posteó su “currículo de fracasos”, un listado de todas las cosas que en algún momento quiso lograr y no pudo: una beca, un proyecto, un trabajo. Su idea fue mostrar que detrás de un CV exitoso se esconden múltiples experiencias de ensayo-error, las cuales son igualmente importantes para alcanzar dicho éxito. 

Por supuesto, cada vez que escribimos nuestro CV nos preocupamos de destacar aquello que nos beneficia, la prueba incontestable de que tenemos las herramientas y el talento para desarrollar una determinada tarea. Por ende, el CV sólo refleja aspectos positivos, ya que nadie querría destacar lo negativo, entendido como aquello que no pudo llevarse a cabo. He aquí una versión resumida del “currículo de fracasos” de Johannes Haushofer, profesor de psicología en la Universidad de Princeton: 














Para los que no leen inglés, procedo a continuación a traducir (primitivamente) lo que escribió el profesor:

Carreras/Programas académicos en los que no fui aceptado
2008: Doctorado en Economía, Escuela de Economía de Estocolmo
2003: Postgrado en Medicina, Universidad de Cambridge
         Postgrado en Medicina en UCL
         Doctorado en Psicología, Universidad de Harvard
         Doctorado en Neurociencia y Psicología, Universidad de Stanford
1999: Relaciones Internacionales, Escuela de Economía de Londres

Trabajos docentes que no obtuve
2014: Profesor en Harvard
         Profesor en UC Berkeley
         Profesor en MIT
(Esta lista se reduce a las instituciones que me invitaron a una entrevista, sin incluir aquéllas donde postulé y no me llamaron)

Premios y becas que no recibí
2011: Premio doctoral de Estudios Internacionales, Red Suiza
2010: Premio de la Sociedad de Investigadores de Harvard
         Beca de la Sociedad de la Ciencia
         Beca de investigación, Universidad de Zurich


Éste viene a ser el anti-CV: un registro de todos los intentos no logrados en la carrera de un investigador. En una semana, el CV de fracasos ha tenido una gran difusión en las redes sociales; ha sido tuiteado y retuiteado cientos de veces, y hasta hizo noticia en algunos medios de comunicación. El profesor ha dicho que este CV es su “meta-fracaso”: alcanzó más notoriedad que su propio trabajo académico. No obstante, Haushofer cumplió su objetivo de entregar “perspectiva” sobre el éxito, e inspirar a otros a enfrentar sus frustraciones.

Foto que tomé cuando estuve en la Universidad de Princeton. No viene al caso, pero igual



He estado pensando mucho en el CV de los fracasos estos días. De cómo nuestra vida completa es un gran CV en constante actualización, donde publicamos nuestros éxitos y cuidamos de que los llamados fracasos no queden documentados. Con orgullo publicamos en Facebook un ascenso laboral, una beca, un paper publicado. Nadie comenta acerca de los papers rechazados con comentarios demoledores, ni sube fotos del examen donde el niño se sacó un rojo. Subimos las fotos más halagadoras, y nos desetiquetamos de aquéllas donde se nos ve un rollo. De tanto exaltar “el éxito”, se nos olvida que los errores cometidos entregan un aprendizaje mucho más sólido. “Echando a perder se aprende”, dice el adagio, pero no hablamos de lo que echamos a perder, y lo que aprendimos de ello.

La última vez que actualicé este blog fue en agosto del año pasado. La conclusión más simple es que, después de casi cuatro años viviendo en USA, ya casi nada me llama la atención, o no me inspira escribir un post. FALSO. Me sigo impresionando como si hubiese llegado ayer. Una segunda explicación es que como estoy tan ocupada con el doctorado, no tengo mucho que contar. IGUALMENTE FALSO. En estos más de nueve meses me han pasado infinitas cosas, tantas que tal vez jamás pueda documentarlas todas en este espacio, como solía hacer cuando recién llegue a Austin. Una tercera explicación es que simplemente no tengo tiempo para escribir, y por eso he dejado pasar tantos meses sin postear. Algo de cierto hay en esto, aunque dicen que “querer es poder” – si hubiese querido, habría encontrado la forma de hacerme el tiempo. 

En marzo estuve en Austria e Italia y todavía no entrego detalles de ese viaje. 
Aquí está Magda 2007 en Venecia



Y acá Magda 2016 con Pellín, mismo lugar



La verdad es que no he escrito porque entre las cosas que me han pasado, estoy construyendo un CV de fracasos y éxitos que es difícil de asimilar. De mis cuatro años aquí, éste ha sido sin duda el más complejo, lleno de decisiones sobre qué voy a hacer con mi vida a futuro.  Y es gracioso, porque recién hoy hice un test de personalidad donde me salió que no planifico a largo plazo – soy una persona que disfruta de los placeres inmediatos y lo que venga después, bueno, se verá después. Y cuando me veo abrumada por mi propia falta de planificación (producto de siempre dejar todo para última hora), le pido ayuda a mi extenso círculo de amigos que se encargará de ayudarme en lo que sea. Por eso no me estresa irme de viaje a Europa sin itinerario fijo, ni pensar en que a fin de mes hay que entregar un paper que no he empezado, o que tengo que renovar la visa. El test también dice que tengo poca tolerancia a las críticas y que me las tomo pésimo. Cuánta verdad. 

Yo sé que muchos ya lo saben, pero no lo he comentado públicamente: desde el 1 de septiembre comenzaré a trabajar como docente en la Escuela de Periodismo de Texas Tech University, ubicada en Lubbock. Obtener esta pega fue un proceso muy desgastante. En post antiguos conté una vez como era el proceso de postular a una pega académica en universidades estadounidenses: primero se manda la postulación online (carta de presentación, cartas de recomendación, CV, evaluaciones de los alumnos, publicaciones, etc.). Si la postulación pasa esta etapa, viene una entrevista por Skype, donde un comité académico te hace preguntas para determinar qué tan idónea eres para el cargo. Después de esta entrevista viene la etapa final: la universidad te invita a conocer el campus, te paga el avión, el hotel, te lleva a cenar y te trata como reina. A cambio, tienes que dar una clase para los alumnos, una presentación para los profes, y muchas, muchas entrevistas: con el decano de la facultad, con el director de la escuela, con el jefe de X y con el coordinador de Y. Si después de esto deciden que eres la mejor candidata para el puesto, te extienden una oferta de trabajo y te dan algunos días para pensarlo.

Campus de Texas Tech. Photo by Texas Tech University System 



Tuve la suerte de llegar a la etapa final en tres universidades, por lo cual conocí tres campus y chorrientas mil personas. Dos de estas universidades me ofrecieron trabajo, así que pude negociar un mejor contrato. Ahora estoy en una carrera contra el tiempo, escribiendo mi tesis doctoral para graduarme en agosto y comenzar a trabajar en septiembre.  Desde ya les digo que no habrá foto de graduación gringa tirando el birrete al cielo, porque para eso hay que terminar en mayo y yo ya no alcancé (de hecho, si logro terminar en agosto lo consideraré un milagro de San Sebastián y le avisaré al Papa Francisco). Así que tendrán que esperarse hasta el próximo año en mayo para verme vestida con el traje de Cristóbal Colon. 

No me verán así sino hasta un año más


Pero a propósito del CV de fracasos, tal vez sea bueno contar que hubo muchas universidades que no me llamaron, y que de hecho, en un principio nadie me llamaba y me pasé mil rollos pensando que nadie me llamaría jamás. Si construyera un CV como el del profesor de Princeton, mi sección de “Pegas que no obtuve” tendría un montón de instituciones en la lista. Lo otro importante es que postulé a esas pegas al mismo tiempo que estaba estudiando para mis exámenes de candidatura. En consecuencia, no alcancé a leer todo lo que debía, no pude hacer los resúmenes que pensé que iba a hacer, y agendé mis exámenes en la última semana que podía tomarlos, por lo cual no pude cambiar la fecha cuando una de las universidades me extendió la invitación al campus. Entonces, tomé mi primer examen un martes a las 11 del día (cuatro horas, terminé a las 15), luego de lo cual tuve que correr al aeropuerto para tomar el avión y llegar a esta ciudad muy lejos de Austin, donde al día siguiente (miércoles) tuve que enseñar la clase, hacer la presentación, tener las entrevistas, etc. Volví a Austin el jueves, y el viernes tuve mi segundo examen. Y luego el lunes el tercero, y el miércoles el cuarto. Cuatro exámenes de cuatro horas cada uno, donde se escriben en promedio 12-15 páginas por examen. Se recomienda no tomarlos uno tras otro, y ciertamente, se recomienda no viajar a una entrevista de trabajo entremedio, a fin de no aumentar los niveles de estrés ya de por sí altos. Pero ahí estaba yo, combinando los dos procesos más desgastantes de toda mi experiencia doctoral en una misma semana.  

Todos los libros que entraban en el examen


Con mi comité de tesis, inmediatamente después de pasar los exámenes de candidatura



No sé cuándo vuelva a escribir otro post, aunque me encantaría contar del viaje a Europa que hicimos con Pedro y mi suegra en marzo pasado. También me gustaría dedicarle un post muy largo a Donald Trump y a todo el proceso eleccionario que se ha vivido en USA estos meses. Y más aún, me gustaría escribir sobre el entusiasmo que me invade cuando pienso en mi pega nueva en septiembre, y la profunda pena que me da dejar mi casa en Austin y los amigos que he hecho aquí. Ya estamos planificando las fiestas de despedida y sabemos que este proceso se acaba inexorablemente. 

Pero no sé cuando vuelva a escribir, porque los planes a largo plazo simplemente no van conmigo. Me dejo llevar por el flow, y hasta ahora me ha resultado bien. We’ll see.