Hace justamente un año, Pedro y yo visitamos Miami por primera vez. Íbamos de viaje a Chile a pasar Navidad y Año Nuevo, y dado que el
vuelo no era directo, decidimos quedarnos en Miami por una noche y al día
siguiente seguir viaje a Santiago. Nos quedamos en un hotel de la avenida
Collins, principal arteria de South Beach y famosa por sus tiendas y hoteles
lujosos. Aunque estuvimos allí sólo una noche, recorrimos todo el distrito
ArtDeco de South Beach, la Española Way, la bellísima calle Ocean Drive y el
Museo de Arte Erótico de Miami. Disfrutamos de la playa (en diciembre, cuando
el resto del país está en pleno invierno celebrando Navidad) y cachamos que hay
tanto hispanoparlante, que no vale la pena hacer el esfuerzo de hablar en
inglés.
A la vuelta, cuando nos regresamos de Chile para empezar el
nuevo semestre académico, decidimos pasar nuevamente a Miami, esta vez por dos
noches y en otro sector de la ciudad, en la Bahía Vizcaína. Desde allí
recorrimos el sector de Bayside, cenamos en uno de los coloridos restaurantes,
tomamos mojito y disfrutamos del show en vivo al aire libre, frente a la marina
de yates. Al otro día aprovechamos de conocer la Pequeña Habana, sector donde
los cubanos - principalmente anticastristas - tienen restaurantes, bazares y tienditas con cosas
cubanas. En la tarde tomamos un tour en barquito que nos llevó a conocer las
casas de los famosos y recorrer varias de las islas que están frente a la bahía.
Y al día siguiente nos volvimos a Austin, pensando en lo bonita que es la
ciudad, lo privilegiado del clima y lo bacán que sería vivir allí todo el año,
con la playa al lado, y las palmeras, y los turistas de todas partes… sí, ha de
ser bonito vivir en Miami, nos dijimos.
Cuándo íbamos a pensar que Pedro, después de graduarse,
encontraría un trabajo en Miami y terminaría viviendo en esta ciudad. No es
porque sea mi esposo, pero Pedro es un hombre excepcional. Así como usted lo
ve, siempre sonriente, siempre relajado, el cabro las vio duras cuando estaba
buscando pega en USA. Aquéllos que han pasado por procesos de selección
laboral, sabrán que buscar pega es una soberana paja que involucra hacer el CV,
buscar avisos de trabajos, postular, presentarse a entrevistas, hacer test de
personalidad/habilidades/cordura y quién sabe cuántas cosas más. Yo por mi
parte recuerdo un trabajo donde me hicieron infinitos tests (numéricos, de
colores, de figuritas, de palabras) que nunca supe qué medían o qué resultados
obtuve (aunque me dieron la pega, así que supongo me fue bien). Me tuve que
comprar ropa para ir a las entrevistas, y tuve que responder preguntas del tipo
“¿Cuál ha sido el mayor problema al que te has enfrentado en el trabajo, y cómo
lo resolviste?” o algunas más personales, como “¿Cuál es tu recuerdo más
importante de infancia?” o peor aún “¿Cómo te vez en cinco años?”. Bueno, Pedro
tuvo que hacer toda esa paja, y más. Partió primero por las empresas locales,
aquellas que tienen sus oficinas en Austin y sus alrededores. Cuando cachó que
no pasaba nada y nadie lo llamaba de vuelta, me dijo que iba a tratar con otras
ciudades de Texas, como Houston o Dallas. Al cabo de algunas semanas sin tener
noticias, lo noté que se empezó a urgir. Sólo para que usted, señora, señor,
entienda el urgimiento de mi querido esposo, le explico cómo funciona esto de encontrar
trabajo cuando se es extranjero.
Pedro, al estar recién graduado, obtuvo un permiso provisorio de trabajo que dura un año y que lo puede renovar por 17 meses más. No obstante, tenía que encontrar trabajo dentro de los primeros tres meses; en caso contrario, se le revocaba el permiso y tendría que volver a Chile. Ahora bien, como estamos casados y yo todavía tengo para rato en el doctorado, Pedro habría sacado una nueva visa, esta vez no como estudiante sino como esposo mío (auspiciado por Fulbright) y podría haber regresado sin problemas, pero igual habría tenido que hacer todo este trámite desde Chile, lo que habría tomado al menos un par de meses. Pero Pedro no quería llegar a ese punto, y cuando ya llevaba un mes sin escuchar de ninguna postulación, decidió que Texas no podía ser su único target y me anunció que buscaría pega donde fuera, aunque eso implicara que tendría que irse a vivir a otra ciudad. Lo único que alcancé a decir fue que postulara a pegas en lugares bacanes, como Nueva York, Chicago o San Francisco, para que al menos valiera la pena el vivir separados. Así que ahí postuló a empresas top, y finalmente lo llamaron de vuelta de varias de ellas para concertar entrevistas por Skype. American Airlines, IBM y LAN Miami fueron algunas de las compañías que se interesaron por este chileno, ingeniero civil industrial de profesión, con un magíster en la Pontificia Universidad Católica de Chile, y un Master en Investigación de Operaciones en la Universidad de Texas-Austin. Pero las entrevistas eran bastante más heavy de lo que uno está acostumbrado. Obviando todo eso de dónde te ves en cinco años y la cacha de la espada, los entrevistadores le hicieron preguntas de conocimientos, onda “cuál es la probabilidad de que x valga y en tal situación”, o “entra a este link y digita el código para programar x cosa”. Yo me cago. Y él también, la primera vez, así que para las siguientes entrevistas lo vi preparándose por horas, investigando a fondo la clase de trabajo a la que estaba postulando para anticiparse a las preguntas que podría recibir. Dormía poco, se levantaba muy temprano y a la hora de la entrevista estaba con traje y corbata frente a la pantalla del computador, esperando la video-llamada por Skype. Y así pasaban las semanas y ninguna de esas trabajosas entrevistas se convertía en una oferta de trabajo real.
Pedro, al estar recién graduado, obtuvo un permiso provisorio de trabajo que dura un año y que lo puede renovar por 17 meses más. No obstante, tenía que encontrar trabajo dentro de los primeros tres meses; en caso contrario, se le revocaba el permiso y tendría que volver a Chile. Ahora bien, como estamos casados y yo todavía tengo para rato en el doctorado, Pedro habría sacado una nueva visa, esta vez no como estudiante sino como esposo mío (auspiciado por Fulbright) y podría haber regresado sin problemas, pero igual habría tenido que hacer todo este trámite desde Chile, lo que habría tomado al menos un par de meses. Pero Pedro no quería llegar a ese punto, y cuando ya llevaba un mes sin escuchar de ninguna postulación, decidió que Texas no podía ser su único target y me anunció que buscaría pega donde fuera, aunque eso implicara que tendría que irse a vivir a otra ciudad. Lo único que alcancé a decir fue que postulara a pegas en lugares bacanes, como Nueva York, Chicago o San Francisco, para que al menos valiera la pena el vivir separados. Así que ahí postuló a empresas top, y finalmente lo llamaron de vuelta de varias de ellas para concertar entrevistas por Skype. American Airlines, IBM y LAN Miami fueron algunas de las compañías que se interesaron por este chileno, ingeniero civil industrial de profesión, con un magíster en la Pontificia Universidad Católica de Chile, y un Master en Investigación de Operaciones en la Universidad de Texas-Austin. Pero las entrevistas eran bastante más heavy de lo que uno está acostumbrado. Obviando todo eso de dónde te ves en cinco años y la cacha de la espada, los entrevistadores le hicieron preguntas de conocimientos, onda “cuál es la probabilidad de que x valga y en tal situación”, o “entra a este link y digita el código para programar x cosa”. Yo me cago. Y él también, la primera vez, así que para las siguientes entrevistas lo vi preparándose por horas, investigando a fondo la clase de trabajo a la que estaba postulando para anticiparse a las preguntas que podría recibir. Dormía poco, se levantaba muy temprano y a la hora de la entrevista estaba con traje y corbata frente a la pantalla del computador, esperando la video-llamada por Skype. Y así pasaban las semanas y ninguna de esas trabajosas entrevistas se convertía en una oferta de trabajo real.
Así se vestía para las entrevistas cara-a-cara y por Skype
LAN Miami lo tramitó por casi dos meses. Primero le dijeron
que estaba sobrecalificado para el trabajo al cual estaba postulando, así que
le recomendaron postular a otro, ahí mismo dentro de la empresa. No obstante,
tuvo que partir todo el proceso de nuevo: más entrevistas, más llamadas por
Skype, más horas de ensayarse con las posibles preguntas. La gente de LAN Miami
necesitaba un analista que hablara inglés y español, y en lo posible portugués,
dada la fusión de LAN Chile con TAM Brasil. Cuando recién conocí a Pedro, su
inglés era muy precario. Recuerdo que antes de entrar a TVN, cada vez que en un
trabajo le preguntaban si sabía inglés, me decía “si supiera inglés sería
invencible”. Ahora que su inglés es lo suficientemente alto como para
considerarse bilingüe, me dijo “si supiera portugués sería invencible”. Pero
con o sin portugués, LAN no lo llamó y cuando se iban a cumplir los tres meses,
Pedro se matriculó en el Doctorado de Ingeniería, que era nuestro Plan B. Eso
le permitiría no ser “deportado” a Chile una vez que se revocara el permiso de
trabajo, y podría seguir en USA en calidad de estudiante, tal como estaba antes
de graduarse. Cuando faltaban tres días para que se venciera el plazo para
cambiar su estatus y tener visa de estudiante de nuevo (y por ende, perder el permiso de trabajo), LAN le mandó la oferta
laboral, con propuesta de salario y todo, y le dieron dos días para que
aceptara o rechazara. Pedro llegó corriendo a mi edificio, y en mi cubículo nos
abrazamos, imprimimos el contrato, Pedro firmó y lo mandamos de vuelta,
escaneado. Después fuimos a cenar con el Seba, para celebrar que Pedro
finalmente podría trabajar en Estados Unidos, lo que había sido su sueño desde que nos embarcamos en este viaje a la tierra de las oportunidades. Después de mucho esfuerzo, recibió la oferta de trabajo que siempre quiso, y la tomó.
Los tres con el Seba celebrando la firma del contrato
Los amigos de siempre le hicieron una despedida antes de irse de Austin
Lo que sea que hacen los ingenieros, Pedro lo sabe hacer, y
lo hace muy bien. Pero además es tremendamente creativo, de esos que reinventan
la rueda constantemente, y la mejoran. A mí no me extraña que esté contento en
su nuevo trabajo y que le esté yendo
bien, y tampoco me extraña que se haya ambientado tan rápido. Después de
aceptar el trabajo, le dieron una semana para que se instalara en Miami y
comenzara a trabajar. En esa semana renunció al doctorado, se metió a Internet
a ver los departamentos amoblados disponibles para mudarse AHORA YA, entró a
los foros para saber cuáles eran los sectores residenciales más seguros y más convenientes,
y se aprendió las rutas en Google Maps para moverse en Miami y llegar a su
trabajo en el aeropuerto, en las oficinas de LAN. El jueves se compró ropa de
ejecutivo, y el viernes agarramos las maletas rumbo a Miami. Nos quedamos en un
pequeño apart-hotel y arrendamos un auto, recorrimos infinitos departamentos y
el lunes yo me volví a Austin y él tuvo su primer día de trabajo. Tres días
después ya tenía departamento arrendado, precisamente en la calle Collins,
corazón de South Beach, y al cabo de dos semanas ya se había comprado un auto. Y
ya está por cumplir cuatro meses como analista senior de LAN.
Harto cortito el blog.
ResponderEliminarBueno como siempre
ResponderEliminarPP
Que bacán!
ResponderEliminarSin duda tremendamente admirable!
Bueno, como te dije a ti una vez: cuando un sueño se cumple hay otros esperando a ser cumplidos. No cabe duda que se vienen muchos más para ustedes.
Un abrazo enorme!