Y se acabó el semestre! Así nada
más, se acabaron las clases y con ello doy por finalizado mi primer año de PhD.
Es una sensación rara ahora mirar para atrás y pensar en todo lo vivido y
aprendido. Y aunque ya hice un montón de cosas y conocí diversos lugares
(incluyendo New York y Washington DC) si alguien me dijera “tienes que volver a
Chile en una semana más” diría “¿pero cómo? Si me faltan tantas cosas por
hacer”. Y lamentablemente, cuando llegue la hora de los “quihubos” y me tenga
que ir de verdad, podría apostar a que esa sensación de cosas por hacer seguirá
allí.
Como me da lata ahora hacer el
recuento del semestre, o del año, creo que voy a detallar aquí lo que tendría
que haber contado en marzo, cuando tuve el seminario Fulbright en Washington DC
y del cual nunca pude escribir porque no tuve tiempo. Como ya conté antes en
otro post yo me vine a USA con categoría “Fulbrighter”, que dentro de sus
beneficios incluye una invitación con todo pagado a un seminario acorde con los
intereses del becario, durante el primer año de estudio. En octubre pasado nos
llegó a todos los pajaritos que somos Fulbrigthers un mail con un listado de
seminarios en los cuales uno elegía aquél (o aquéllos) donde le gustaría
asistir, entendiendo que el becario sería escogido para participar sólo en uno.
El listado incluía historia y diversidad en USA; cambio climático y
sustentabilidad; democracia y derechos humanos; y emprendimiento social. En mi
caso, yo escogí el área de democracia y DD.HH. y dentro de ésta, activismo
cívico y medios de comunicación. Como el tema se ajustaba totalmente a mi área
de investigación, quedé seleccionada en el seminario que escogí, y tuve la
fortuna de que también quedaron seleccionados mis super amigos Fatma Masmoudi
(Túnez), Daga Moudwe (Chad) y Patrick Belibi (Camerún), a quienes conocí en el
pre-academic de Nueva York.
Foto 1: los cuatro fantásticos. Daga, Magda, Fatma y Patrick el primer día del seminario
Foto 2: aquí los cuatro con Karina, compatriota chilena que también asistió al seminario y que estudia en Florida
La experiencia de asistir a este
seminario fue A TODA RAJA. De partida, el viaje incluía todos
los gastos (pasajes aéreos, alojamiento, comidas diarias y una tarjeta para usar
el Metro), nos pusieron en un hotel al centro del Dupont Circle en DC, y nos
llevaron a conocer diversos lugares de la ciudad, entre ellos la casa de George
Washington en el Monte Vernon y el Departamento de Estado Norteamericano (donde
nos recibió John Kerry).
Foto 3: con Fatma a punto de entrar al edificio del Departamento de Estado
Foto 4: John Kerry, Secretario del Departamento de Estado y ex Fulbrighter
Foto 5: la casa de George Washington en el Monte Vernon
Las actividades del seminario en
sí fueron lo que más destiñó, sin ánimo de andar pelando, claro está. Alguien
tiene que darle una clase intensiva a la gente Fulbright sobre qué significa
activismo cívico, y cómo hacer un seminario acerca de ello. Yo tenía toda la
ilusión de que hablaríamos, por ejemplo, del rol que jugaron las redes sociales
en la Primavera Árabe, o de que
eventualmente las protestas estudiantiles en Chile podrían ser
mencionadas. O cómo ciertos países con mayor libertad de prensa pueden
incrementar los niveles de participación social y por ende, de activismo
cívico. FAIL, porque no sólo no se tocó ninguno de estos temas, sino que los tópicos
tratados fueron analizados superficialmente y sin ninguna intención de fomentar
el debate y el intercambio de ideas. Por otra parte, algunos de los invitados
se pegaron un tremendo speech acerca del rol de los Estados Unidos en el
fortalecimiento de las democracias del mundo, desconociendo que todos los que
estábamos allí venimos de distintas partes donde USA ha intervenido sin ser
invitado. Si la idea era meternos el dedo en la boca, no resultó, aunque obviamente
ninguno de nosotros dijo nada públicamente. Nunca tan desubicados.
Foto 6: en una de las sesiones del seminario. Éramos 130 participantes from all over the world
Me pasó que en uno de los paneles
con representantes de organizaciones de la sociedad civil, el representante de
los Ciudadanos Latinos Unidos era un gringo más gringo que Ronald McDonalds.
Póngase en mi lugar: estamos en un panel donde se discute la participación de
minorías en la vida cívica de una sociedad, y me salen con que la cabeza de los
latinos unidos es un norteamericano. Si la idea es empoderar a las minorías, ¿no
cree usted que debería ser un latino quien represente a los latinos? ¿O es muy
tonto lo que estoy diciendo? La pregunta me dio tantas vueltas, que cuando
abrieron el espacio para la ronda de preguntas levanté mi mano y lo planteé
directamente. O sea, no tan directamente… dije que me parecía “interesante”
(por decir lo menos) que el director ejecutivo de los latinos no sea un latino,
sino un americano (the real White, male American), y que me gustaría saber qué
piensa él como persona y como organización de la política del “Show me your
papers” (muéstrame tus papeles) que implementaron en Arizona hace algunos años,
o la idea de “self-deportation” que promocionó Mitt Romney durante las
elecciones (para los que no se acuerdan, la idea era nunca darle trabajo a un
latino indocumentado para que se viera obligado a volver a su país, es decir, auto-deportarse).
Le dije, además, que como persona latina me alegro de que el señor Romney no
ganara las elecciones. La pregunta generó revuelo: muchos becarios me
felicitaron, entre ellos una argentina, que pensó exactamente lo mismo cuando
vio a ese señor allí.
Foto 7: el caballero del medio...
A otros, no obstante, no les hizo
gracia. Así me lo hizo notar una ex Fulbrighter gringa, texana de origen (y
sospecho que republicana de corazón) quien me hizo ver que los latinos ilegales,
especialmente los mexicanos, son una especie de plaga en Estados Unidos (aunque
admito que no usó esa palabra) que usufructúan de la salud y la educación
pública ya que no pagan impuestos. Como son tantos en el país, y sobre todo en
Texas, han obligado a que diversos sectores (como el comercio y el transporte)
escriban todo en inglés y en español al mismo tiempo, ya que los perlas no
hablan inglés. “¿Y por qué no hablan inglés? Si quieren vivir aquí, lo mínimo
que deberían hacer es aprender el idioma”, me dijo, enojadísima. Y ahí se mandó
la frase para el bronce: THIS IS AMERICA, AND WE SPEAK ENGLISH. Para qué voy a
enumerar la cantidad de pensamientos negativos que me afloraban a medida que la
escuchaba, y la cantidad de cosas que me hubiese gustado decirle: que de
partida, América es un continente y no un país, aunque ellos se han apropiado
de la palabra y la usan de gentilicio (americanos, para decir que son
estadounidenses). O que hasta hace no mucho tiempo, Texas era parte de México y
no debería extrañarnos que ande tanto
mexicano hablando español por ahí. O que si hay latinos indocumentados es porque
después no les renuevan la visa, y no es llegar e irse cuando se tiene una vida
armada. O que este país se ha forjado a partir de los inmigrantes que han
llegado en sucesivas olas migratorias, y que los latinos son una ola más de ese
grupo. O que en el peor de los casos, ella como ex Fulbrighter no debería tener
un discurso tan anti-latino estando en un seminario internacional y hablando
con una latina. Pero me contuve (sí, claro que lo hice) y traté de rebatir sus
argumentos de la manera más políticamente correcta posible. Pero si no
hubiésemos estado en el contexto del seminario, esa rucia habría quedado con
una deformación facial de por vida. O en realidad no, porque estaba tan enojada
que lo más probable es que ella me hubiese sacado la cresta a mí, que nunca fui
buena para los cornetes. Hasta para eso soy nerd.
Me tocó que un día se sentó al
lado mío una becaria de medio oriente, con quien luego discutimos un poco la
situación de la mujer en USA y por defecto, en los demás países. Me contó que
ella era divorciada con tres hijos, pero la decisión de terminar su matrimonio
le tomó años y una fuerte condena social. Después de 20 años de convivencia, se
dio cuenta de que no podía seguir viviendo en una relación violenta, y tuvo que
armarse de mucho valor para separarse y salir adelante sola con sus hijos.
Afortunadamente, dos de ellos son mayores y están en la universidad; el más
pequeño, en tanto, se vino con ella a USA una vez que se ganó la Fulbright.
Esta beca fue su pasaje a la libertad, se fue de su país y aunque ya no es tan
joven, fue capaz de empezar de nuevo. Ya ve que no todo lo que escuché fueron
historias negativas…
Y eso. A las finales, lo mejor
del seminario para becarios de primer año fuimos nosotros mismos, los becarios
de primer año. Éramos 130 personas provenientes de más de 70 países, 130
historias, distintas ropas, distinto color de piel, pero una sola meta:
estudiar un postgrado en USA para después volver a nuestros países y
contribuir, aunque sea en una mínima medida, a hacer del lugar donde vivimos un
lugar mejor, más justo, más igualitario. O al menos eso es lo que quiero hacer
yo.
Foto 10: los becarios Fulbright del Enrichment Seminar Washington DC 2013. Estoy justo al centro, con bufanda azul. A ver si me pilla...